Hilel y Shamai


Por Rav Ken Spiro

En una época en la que muchas cosas le salían mal a los judíos, Hilel y Shamai definieron lo que estaba saliendo bien.

Hemos hablado sobre la lucha entre los fariseos (la corriente principal de judíos) y los saduceos (los judíos que sólo seguían la Torá Escrita, haciendo sus propias interpretaciones). También explicamos cómo las masacres de rabinos que hizo Herodes y su intromisión en la jerarquía del Templo (por no mencionar sus esfuerzos para acentuar la helenización de los judíos) contribuyeron a la existencia de una amplia corrupción dentro del sacerdocio.

Pero no hemos hablado sobre lo que estaba bien en el judaísmo.
En primer lugar, las instituciones normativas —como las Ieshivot— eran dirigidas por la corriente principal de judíos y funcionaban plenamente. Aún existía el Sanedrín (la corte suprema judía), sin embargo, sus poderes habían sido severamente recortados.

Pero lo más importante de todo era que la cadena de transmisión y las enseñanzas de los rabinos permanecían intactas.

El comienzo mismo de Pirkei Avot (Ética de Nuestros Padres) registra cómo se mantuvo la cadena de transmisión, comenzando con Moshé, pasando por Yehoshúa, los profetas, los Hombres de la Gran Asamblea y demás.

Cuando murió Shimón HaTzadik en el año 273 AEC, quien era el último miembro de la Gran Asamblea, comenzó un período conocido como el período de las Zugot, las 'parejas'.

A partir de ese momento, y por casi 300 años, siempre hubo dos rabinos al mando de la tradición judía. Uno era llamado Nasí, el 'presidente' y el otro Av Beit Din, el 'líder del Sanedrín'. Todas estas parejas son mencionadas en Pirkei Avot.

El último par fue probablemente el más famoso: Hilel y Shamai.

Hilel, que había subido a Israel desde Babilonia, era muy pobre. El Talmud cuenta algunas historias interesantes de lo pobre que era y de lo mucho que amaba estudiar Torá. Por ejemplo, era tan pobre que ni siquiera podía pagar los dos grushim que costaba entrar al Beit Midrash, 'la Casa de Estudio'. Para aprender, se sentaba en el techo y escuchaba a través de la claraboya. Un día terriblemente frío se congeló tanto que se desmayó. Los estudiantes abajo se percataron de que algo estaba bloqueando la luz; subieron al techo, lo encontraron y lo revivieron (1).

A pesar de su pobreza, que no impactaba en la forma en que las personas respetaban su sabiduría, Hilel alcanzó la posición de Nasí. Durante esa misma época, Shamai ocupaba la posición de Av Beit Din.

Las escuelas de Hilel y Shamai son famosas por sus disputas en ley judía. Una de esas disputas era respecto a si uno debe decirle a la novia, en el día de la boda, que es hermosa, a pesar de que esto no sea cierto. La escuela de Shamai sostenía que en esta situación estaría mal mentir. La escuela de Hilel sostenía que una novia siempre es hermosa en el día de su boda (Talmud, Ketuvot 16b-17a). La escuela de Hilel ganó la disputa. De hecho, hoy en día la ley judía casi siempre concuerda con la escuela de Hilel. El Talmud (Eruvín 13b) dice:

Una voz celestial declaró: "Las palabras de ambas escuelas son las palabras del Dios viviente, pero la ley sigue las legislaciones de la escuela de Hilel".

Pero, ¿por qué la ley sigue las legislaciones de la escuela de Hilel? El Talmud explica que los discípulos de Hilel eran gentiles y modestos, explicaban tanto sus propias opiniones como también las de la otra escuela y, con humildad, mencionaban las palabras de la otra escuela antes de las propias.

Una época peligrosa
Recordemos que en los días del Primer Templo, cuando los rabinos debatían asuntos de ley judía, no se involucraban en largas disputas. ¿Por qué las cosas eran diferentes en los días del Templo de Herodes?

Para este entonces ya habían transcurrido alrededor de 1.300 años desde la revelación del Monte Sinaí. El pueblo judío había sido exiliado de la tierra de Israel y, al volver, debió enfrentar muchos problemas. La influencia de los griegos, la lucha en contra de la dominación griega y la corrupción de los líderes hasmoneos, todas estas cosas dejaron sus heridas. Y más recientemente, se había hecho presente la ocupación romana y la corrupción que llegó con Herodes.

Como resultado de estos problemas, la erudición en el pueblo judío disminuyó, causando un aumento en la falta de claridad. De hecho, el proceso de transmisión oral comenzó a correr peligro ya que a los rabinos se les dificultaba cada vez más llegar a un consenso en determinados asuntos legales (2). (El Talmud aún no había sido escrito, pero no faltaba mucho para que los rabinos decidieran que la Torá Oral debía ser escrita para que no se perdiera definitivamente).

Obviamente, si lees estas disputas en el Talmud hoy —y el Talmud contiene miles de ellas— podrás ver que los rabinos no estaban discutiendo sobre nada mayúsculo como "¿pueden los judíos comer cerdo?". Las disputas usualmente eran muy localizadas y trataban sobre detalles de la aplicación de la ley. Algunas de estas disputas ni siquiera tienen ramificaciones prácticas en la ley judía; son argumentaciones sobre casos teóricos que nunca podrían aplicar a una situación real pero que, sin embargo, tratan principios importantes que deben ser entendidos.

Un punto muy importante que debemos entender aquí es que, a pesar de que había disputas, también había líneas rojas que ningún judío tradicional, ortodoxo, de la corriente principal, traspasó. Todas las disputas eran sobre detalles minúsculos, lo que significaba que en los temas generales, todos estaban de acuerdo (3).

Declive espiritual
Pero a pesar de que estas disputas eran pequeñas, debemos verlas como malas noticias, porque no sólo implicaban un declive en la erudición sino que, más importante aún, implicaban un declive en la condición espiritual del pueblo judío. Esto es llamado yeridat hadorot, 'declive de las generaciones'.

Es muy importante entender cómo ha visto tradicionalmente el pueblo judío el proceso de transmisión. El hombre moderno cree que cuanto más avanzamos en la historia, más tecnología tenemos y, por ende, mejor estamos. Esta idea no es compartida por el judaísmo ni en el aspecto histórico, ni en el espiritual, ni en el de la ley judía. De acuerdo al pensamiento judío, el hombre antiguo tenía una mayor sofisticación espiritual. Y con respecto al proceso de transmisión, cuanto más cerca estábamos de la revelación en el Monte Sinaí, cronológicamente hablando, más claras estaban las cosas.

El proceso de transmisión del pueblo judío es uno de los aspectos más asombrosos de la historia judía. El hecho de que la Torá Oral haya sido transmitida durante miles de años y que haya sido aplicada a todo tipo de nuevos escenarios, pero que igualmente el cuerpo de lo que es la ley judía no haya cambiado, es asombroso.

Pero cuanto más cerca estaban los judíos de la revelación del Monte Sinaí, más espirituales eran y entendían de forma más clara la voluntad de Dios. Hoy somos los más alejados, y por ende, para nosotros todo es mucho más borroso. Es por eso que no tenemos la autoridad para revocar la ley judía que fue establecida por los sabios que nos antecedieron. Eso es fundamental para todo el proceso de transmisión.

Las disputas marcaron el comienzo de un proceso que transformaría al judaísmo en un cuerpo de leyes mucho más complicado. Más y más argumentaciones y debates aparecían.

Esta época manifestaba un síntoma de un importante problema que afecta al pueblo judío: la discordia.

Originalmente, no había muchas disputas. Sin embargo, con el aumento del número de estudiantes de Hilel y Shamai que no aprendían de sus maestros como correspondía, las disputas irresolutas aumentaron y la Torá se convirtió en algo así como 'dos Torot' (Talmud, Sanedrín 88b).

La discordia entre los saduceos, los fariseos y los zelotes creó una atmósfera de "odio infundado" que socavó la unidad del pueblo judío justo en el momento en que habían decidido realizar una revuelta en contra de Roma.

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Notas:
1) Ver Talmud, Yomá 35b.
2) Ver Talmud, Eruvin 53a; Shabat 112b; Sanedrín 11a; Brajot 20a.

3) Ver Rashi en Talmud, Ketuvot 57a; Talmud, Jaguigá 3b.



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